Hace unas semanas transitaba por una carretera del área norte cuando observé en la orilla un pequeño negocio ambulante de venta de películas y música pirata. Mi primera reacción fue preguntarme por qué la patrulla que venía en dirección opuesta no se detenía y arrestaba al individuo. Claro, esa opinión viene de un músico que va de camino a una presentación en un festival, de los pocos que quedan, y donde precisamente la venta de los discos “originales” complementan el moderado ingreso. Pero aquellos policías no hicieron nada, y la verdadera sorpresa fue ver en los próximos dos kilómetros seis puestos adicionales con la misma oferta de productos. No me detuve porque iba algo tarde, pero entonces el análisis cambió de dirección y tomó las dos vertientes de las que quiero hablar.
Por una lado me planteé si aquello que había observado no era otra cosa que una muestra del espíritu emprendedor de los puertorriqueños. Dejando a un lado el asunto de la legalidad (el cual analizaremos luego) aquella escena reunía todos los elementos de una gestión empresarial con algún grado de planificación y gerencia. Había una inversión inicial en la infraestructura de producción (equipo de reproducción y materiales) y de ventas (carpa, mesas y hasta planta eléctrica). Hubo algún tipo de análisis de mercado, evidenciado en la ubicación y en la estrategia de precios. Algunos recurrieron a recursos de promoción más elaborados como “Banners Full Color” y es casi seguro, aunque no lo pude corroborar, que su estrategia de diferenciación radica en la disponibilidad de los productos. Y para ser un domingo en la tarde, con o sin Ley de Cierre, todos tenían sus clientes.
Lo anterior nos lleva a cuestionarnos el enfoque de las estrategias para fomentar el emprendimiento, las cuales permanecen engavetadas hasta que los modelos económicos tradicionales no funcionan y ya no se pueden esconder las altas cifras de desempleo. Son muchos los países en desarrollo que muestran altos niveles de actividad emprendedora, sobre todo por la necesidad de autogestión. Y aunque Puerto Rico pretenda ubicarse en un renglón más alto en términos de desarrollo económico, lo cierto es que esas condiciones también están presentes en nuestro país. Además de fomentar el surgimiento de nuevos emprendedores, deberíamos prestar cierta atención para asegurarnos que los emprendimientos que se desarrollan sean productivos. Es improductivo el empresarismo que fomenta la competencia desleal a través del soborno y la evasión. Los mercados de la piratería, la droga, la prostitución y hasta la bolita, entre otros, son ejemplos de emprendimientos improductivos que demuestran altos niveles de sofisticación en su administración y operación.
Ahora bien, esto nos lleva al segundo planteamiento, y se trata de la distancia que existe entre lo que se considera ilegal vs. lo legítimo, y el caso de la piratería es un gran ejemplo. Todos sabemos que la piratería es ilegal y que existe el Derecho de Autor que protege a los creadores y les permite generar un beneficio económico de ello. A pesar de esto, muchos consumidores justifican su legitimidad con lo que entienden son prácticas abusivas de la industria. Incluso, algunas investigaciones han encontrado argumentos de consumidores que entienden que apoyar el mercado pirata es contribuir con la economía local, que de otra forma, beneficiaría a las multinacionales en el exterior. Lo anterior plantea que existe un sistema de valores que no necesariamente va a la par con el marco legal. Lo que nos lleva a concluir que la vía legal y punitiva no es suficiente para disuadir a los ciudadanos de este tipo de conducta. Sobre todo, la industria deberá tomar en consideración estos aspectos culturales antes de tratar de imponer un sistema de valores unilateralmente.
Por: Javier J. Hernández Acosta