El IVA y la actividad cultural
/El IVA y la actividad cultural
Javier J. Hernández Acosta[1]
En el año 2006 el gobierno de Puerto Rico decidió enmendar su sistema contributivo para implementar un impuesto de ventas y uso (IVU) que buscaba ampliar la base contributiva y lograr recaudos de la economía informal, principalmente para el pago de deuda. Sin embargo, esa reforma no alteró el sistema de contribución sobre ingresos y no contempló que la economía comenzaba una recesión que pronto cumple 10 años. Ese nuevo sistema se convirtió en una válvula de escape para muchos comerciantes que lo asumieron como un subsidio a sus operaciones, recaudando el impuesto sin remitirlo a Hacienda.
Hoy el gobierno vuelve a intentar remediar esa deficiencia con un sistema contributivo mucho más eficiente en el recaudo, puesto que diversifica el riesgo buscando captar en cada etapa de la cadena y no únicamente en el consumo final. Sin embargo, más allá de un tema de reestructuración el énfasis está en aumentar el recaudo, una realidad que pesa cuando el responsable termina siendo el ciudadano.
En medio de la discusión, diversos grupos han salido a defender sus sectores, todos con argumentos sobre cómo afectará sus operaciones o cómo se alterarán las prioridades de los consumidores. En el macro, aun cuando se reestructure el sistema de contribución sobre ingresos, el IVA tendrá un efecto adverso sobre la mayoría de los ciudadanos. No hay sistema de reembolso ni calculadora que oculte eso. La actividad cultural y creativa tampoco está exenta de eso.
En una discusión como esta es necesario mirar el cuadro completo. Lo natural es que cada segmento defienda su finca, sin considerar las prioridades del país. ¿Es más importante la cultura, la educación, los alimentos o servicios médicos? ¿Cuál debe ser el orden de prioridades? Por otro lado, hablar de la actividad cultural siempre tiene el reto de no saber dónde tirar la raya. ¿Cómo definimos la actividad cultural? ¿Qué debe estar exento y qué no? ¿Es lo mismo un concierto en el Choliseo que un obra en el Victoria Espinosa? ¿La artesanía sí pero el diseño no?
Dejando a un lado esa discusión, debemos establecer los argumentos por los cuales es IVA afecta la cultura. Pensar que aumentará el costo para los consumidores no es un argumento porque lo mismo ocurrirá con una infinidad de productos y servicios. Es el mismo argumento que usamos con la crisis económica y la reducción en la demanda y los presupuestos de entretenimiento y ocio. Eso es simplemente la tendencia en las prioridades de los consumidores y es muy difícil cambiarlo.
Aquí el problema está en que la cadena de valor de la actividad cultural está muy concentrada en los creadores y a su vez, son industrias intensivas en mano de obra. De igual forma, el marco legal no ha podido reconocer las particularidades del trabajo cultural, ubicándolo siempre como contratistas independientes. Con el alto porciento que representan los servicios profesionales en la producción cultural, un incremento del 16% en esos servicios, que es donde está la mayor parte del valor añadido, afectaría demasiado los márgenes que tienen los productores para operar.
Finalmente, hay un asunto de política pública. El gobierno tiene una oportunidad para establecer claramente algunas actividades que quiere incentivar. La actividad cultural y creativa es una actividad de gran interés para el estado, no solo por su impacto económico sino por un asunto de política cultural. Por esta razón, el estado debería establecer claramente un IVA reducido, quizá la mitad, para la actividad cultural. Esto debe incluir los eventos culturales en las artes escénicas, música, literatura, artes visuales, artesanías y cine. Esto debe ser tanto en los servicios como en la venta de bienes y derechos de admisión. Finalmente, me atrevo a tirar la raya y establecer que los eventos en el Choliseo y lugares similares no deben estar exentos y deben tener un IVA regular. Esto enviaría un mensaje claro de cuál es la política pública en relación a la actividad cultural como infraestructura de desarrollo.
[1] El autor es profesor universitario y director ejecutivo de Inversión Cultural