A propósito de "Creativos con empresas"

 

 

 

 

Por: Javier J. Hernández Acosta

javihernandez@yahoo.com

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La semana próxima el Departamento de Administración de Empresas de la Universidad del Sagrado Corazón le va a dedicar la Semana Mundial del Empresarismo a la economía creativa. Se trata de una jornada de tres días (12,13 y 14 de noviembre) donde se discutirán distintas perspectivas de la gestión cultural y creativa en Puerto Rico. Llevamos algún tiempo discutiendo estos temas desde el punto de vista de la importancia de una política pública adecuada para su fortalecimiento. Sin embargo, también es necesario darle un giro a esa discusión y enfocarla a los profesionales del sector y a quienes aun no conocen su potencial. Entonces, la gran novedad de este esfuerzo es que va dirigido a los emprendedores. Y más allá de lo que discutiremos durante esos tres días, vale la pena adelantar un reflexión sobre las motivaciones, retos y oportunidades.

Sabemos que de entrada el concepto de economía creativa levanta conflictos. ¿Por qué cambiarle el nombre a algo que siempre ha existido? ¿Cómo tirar la raya entre creativo y no creativo? ¿Cuál es la diferencia entre industrias culturales y creativas? Hay que empezar por aceptar que en su origen se trata de un juego de palabras para ser “creativo” con las estadísticas, justificar recursos del gobierno y fomentar la innovación. Sin embargo, no está nada mal apropiarse del concepto en función de lo que realmente nos interesa: reinventar la rueda, romper los viejos esquemas de una economía desgastada y poner en el centro de la atención lo que todavía nos cuesta reconocer como el eje del desarrollo: la cultura. Después de todo, más allá de las definiciones técnicas, lo que nos permite ser realmente innovadores es partir de los modos de vida y de nuestra forma de “hacer las cosas”. Y esto es así en la tecnología, en el diseño, en el turismo, en el cine y los medios, en la música y el resto de las artes. Por eso mucho países han asumido la fórmula del i+I+D+C (innovación + investigación y desarrollo + cultura).

Hablar de economía creativa trasciende un conjunto de actividades donde “el insumo principal es la creatividad y el producto final tiene alguna forma de propiedad intelectual”. También supone que las industrias creativas, más allá de su producto final, sean creativas en su forma y prácticas de gestión. Industrias como la música, el cine y las artes plásticas, entre otras, han reproducido por décadas (y hasta siglos) las malas prácticas que es necesario reinventar. Pero además de preocuparnos por el desarrollo de las industrias creativas, tenemos que poner en perspectiva cuál es su rol dentro de la economía. Las industrias culturales y creativas no son un sector industrial como cualquier otro que simplemente podemos agrupar y medir, se trata de un motor o catalizador de la economía y la sociedad en general. Por esta razón, algunos economistas la ubican como un elemento clave en los sistemas de innovación de un país. Esto hace mucha lógica cuando se sigue el rastro de la actividad cultural y creativa y se analiza dónde se genera el impacto final.

Por otro lado, es necesario empezar a analizar muchas de las prácticas de los empresarios creativos. Ya no para apoyarlos, sino para aprender y reproducirlas en otros sectores. Estamos hablando de recursos con una gran capacidad de improvisación, tolerancia al riesgo, alto compromiso social y sentido de cooperación, que utilizan el trueque para financiar sus proyectos y que no paran de emprender independientemente de las condiciones externas. ¿Acaso no son estas las cualidades idóneas para la clase empresarial que queremos?

Regresando al evento, me interesa hacer unos comentarios sobre cada uno de los días. La primera charla tendrá la oportunidad de poner en contexto este discurso de la economía creativa. ¿Qué es, quiénes son, por qué es importante? Sobre todo, resulta interesante hacerlo en el contexto del lanzamiento de un importante informe del BID sobre lo que han llamado “La Economía Naranja”[1], un intento muy creativo de plantear el asunto y proponer un punto medio en la gama de definiciones del sector. El informe utiliza una gran cantidad de datos económicos para hacer comparaciones interesantes, como plantear que la Economía Naranja equivale a la cuarta economía más grande del mundo (después de Estados Unidos, China y Japón), que equivale al noveno mayor exportador de bienes y servicios y que sería la cuarta fuerza laboral más grande del mundo.

Además de hablar del contexto macro de la economía creativa, es necesario hacer causa común con los distintos componentes del ecosistema creativo. Es absurdo que a estas alturas todavía los estudiantes de las distintas facultades no se comuniquen, ni para emprender, ni para criticarse. Existe un gran abismo entre las profesiones y campos que es necesario romper, porque precisamente es lo que necesita la economía. No solo tenemos que darle herramientas empresariales a los creativos y artistas, sino que también debemos acercar a los profesionales del campo empresarial a la cultura y la gestión creativa. Es necesario que empiecen a entender las dinámicas del valor cultural, de lo no-cuantificable y de la improvisación. Más allá del “do it yourself”, también es importante ser responsables y delegar estratégicamente aquellas áreas en las cuales no generamos valor o que reducen nuestra capacidad para atender aquellas áreas donde sí lo generamos. Definitivamente, necesitamos más espacios de conexión interdisciplinarias en función del propio desarrollo económico.

Pero también es necesario mirar a los emprendedores culturales y creativos de carne y hueso. Después de todo, se trata de gente común y corriente que gestiona un proyecto detrás del otro. Ejemplos como Naíma Rodríguez de Teatro Breve, Sonia Fritz, directora de cine, Guifre Tort de Antrocket y representantes del Circo Nacional. En el caso de Puerto Rico, podríamos hacer una larga lista de ejemplos en campos como la música, el teatro, el cine, literatura, diseño y tecnología, entre otros. Es necesario comenzar a compartir esas experiencias para recoger “buenas prácticas”, pero también establecer los principales retos y oportunidades de su gestión.

Por último, es importante hacer un diagnóstico de los recursos de apoyo a esta gestión empresarial creativa. El hecho de que no existe una entidad pública especializada no significa que no existan. De igual forma, no todas las iniciativas de apoyo vienen desde el gobierno. Proyectos como la Incubadora Creativa de Mayagüez son un ejemplo de esto. Por supuesto, es importante sentarnos a coordinar esfuerzos para que no se dupliquen y sean más eficientes. Iniciativas de Fomento Industrias, el Instituto de Cultura Puertorriqueña, la Corporación de Cine, el Departamento del Trabajo y el Banco de Desarrollo Económico, deben asegurarse de que sus recursos responden a las características del sector y que entre todos cubren la extensa gama de actividades creativas que son indispensables para fortalecer el ecosistema de producción creativa.

Cada vez nos vamos adentrando más en el tema de la economía creativa con el enfoque. Nos toca profundizar sobre el análisis para tomar las acciones correctas. Reconociendo que en Puerto Rico existe un gran producción cultural y creativa y que existen experiencias exitosas y recursos de apoyo, es más un trabajo de coordinación y comunicación que cualquier otra cosa.

* La actividad será los días 12, 13, 14 de noviembre a las 5:30pm en el Anfiteatro BN 321.

 


[1] Buitrago, F. (2013). La Economía Naranja. Disponible en: http://idbdocs.iadb.org/wsdocs/getdocument.aspx?docnum=38143978