Sobre la competitividad en las industrias culturales
/Aunque existen varias definiciones de competitividad nos resulta más acertada la elaborada por el Consejo de Competitividad de los Estados Unidos que establece que esta es “la habilidad para producir bienes y servicios que pasen el examen del mercado internacional a la vez que los ciudadanos obtienen un nivel de vida creciente y sostenible a largo plazo”. Esto significa que, aunque la productividad es el factor más importante de la competitividad, queda establecido que los mecanismos tradicionales de mejorar la productividad a través de la mano de obra y otros insumos baratos, a largo plazo, no mejora el nivel de vida de los ciudadanos. Michael Porter, profesor de la Universidad de Harvard, establece cuatro determinantes para la competitividad nacional, los cuales pueden ser aplicados a las distintas industrias, en este caso las relacionadas a la cultura. Estos son: la condición factores, la sofisticación de la demanda, el desarrollo de industrias de apoyo y relacionadas (clusters) y la estrategia y competencia entre las firmas. Para las industrias culturales se debe aplicar el modelo utilizando indicadores económicos y culturales que midan el rol de los distintos sectores o agentes en el fomento de la productividad.
Las entidades públicas y privadas deben asegurarse de proveer una educación artística, tecnológica y empresarial de excelencia, contribuyendo a la investigación e innovación en todas las áreas. De igual forma, es vital desarrollar y mantener espacios de exposición cultural y alternativas de financiamiento para la creación y desarrollo de proyectos culturales. El Estado también deberá elaborar una política pública que reconozca y promueva la importancia de este sector a través de incentivos e incorporar las estadísticas del sector cultural a los indicadores sociales y económicos.
Puerto Rico ha sido uno de los mercados con mayor potencial en productos culturales. Su relación con el mercado estadounidense, unido a su cultura hispana, lo ubica como trampolín para la penetración de nuevos mercados. Su demanda siempre ha tenido acceso a un sinnúmero de manifestaciones artísticas, lo que la hace una sofisticada. Dirigir esfuerzos a la educación de la población en términos de alternativas de entretenimiento cultural, contribuirá a asegurar la calidad de las propuestas, lo que redundará en mayor competitividad a nivel internacional. Actualmente, los artistas puertorriqueños cuentan con un gran reconocimiento basado en su calidad y preparación, una ventaja competitiva que debe mantenerse y fortalecerse.
Para alcanzar niveles altos de competitividad es necesario proveerle a los agentes culturales industrias de apoyo que hagan la producción cultural eficiente. Por ejemplo, la industria musical necesita estudios de grabación, salas de ensayo, acceso a equipos electrónicos e instrumentos musicales, reproducción de discos, diseño gráfico y herramientas promocionales, entre otros productos y servicios. No tener estos recursos disponibles, dificulta y encarece la producción cultural. Finalmente, es necesaria una estrategia cuyo balance fortalezca tanto a la industria como a la sociedad misma. Por ejemplo, un régimen de propiedad intelectual que garantice el derecho de los artistas a vivir de su trabajo, pero asegurando el acceso de la población a la cultura. Proteger las manifestaciones tradicionales de la cultura local, pero promoviendo la diversidad como forma de enriquecimiento cultural. Asegurar un nivel de competencia que promueva la innovación, pero más bien basada en la cooperación y la colaboración artística.
La competitividad es un asunto de productividad, pero volvemos a recalcar que en las industrias culturales, los modelos tradicionales deben ser adaptados para reflejar la importancia del “valor cultural”, al tiempo que se promueve la actividad económica y el empleo, siendo una alternativa sostenible que a su vez garantiza un mejoramiento de la calidad de vida de un país.
Por: Javier J. Hernández Acosta