Hablemos de la salud cultural
/Por: Javier J. Hernández Acosta (Fundador, Inversión Cultural)
Hoy 7 de abril de 2019 se celebra el Día internacional de la salud. En medio de los retos que tenemos para mejorar nuestra salud física, que incluyen la alimentación, el medioambiente y los estilos de vida en general, queremos traer un nuevo componente de ese bienestar integral al que aspiramos: la salud cultural. No pretendemos verlo como un componente desligado lo físico, social o emocional, puesto que se trata de un elemento que ha demostrado estar muy relacionado.
El artículo 27, 1 de la Declaración universal de derechos humanos de las Naciones Unidas (ONU) establece claramente que “toda persona tiene derecho a tomar parte libremente en la vida cultural de la comunidad, a gozar de las artes y a participar en el progreso científico y en los beneficios que de el resulten”. Pero como todo derecho, es vital que constantemente nos aseguremos de que las personas tienen los recursos y acceso para ese disfrute pleno.
Aunque existen muchas formas de participación en las artes y la cultura podríamos establecer dos categorías principales que incluyen las actividades individuales y las colectivas. Aunque en ocasiones una misma actividad puede lograr ambos propósitos, las actividades individuales podrían incluir ver televisión, leer, escuchar música, etc. Por otro lado, las actividades colectivas incluyen ir al teatro, al cine, a conciertos, festivales, museos, galerías, etc.
En Puerto Rico se realizó en 2015 la primera Encuesta de consumo y participación cultural que establecía el porciento de personas que había realizado estas actividades en los últimos 12 meses. Los resultados incluyen que un 53% ha ido al cine, un 48% a festivales, un 23% a exhibiciones, un 21% a obras de teatro y un 7% a eventos de música clásica. Cuando observamos las razones por la cuales no han asistido, encontramos que cerca de un 25% no asiste por falta de información o de costumbre, sin mencionar aquellos que no lo hacen por falta de dinero, tiempo o interés. Estos datos representan una gran oportunidad de lograr una estrategia colectiva de mayor consumo y participación cultural.
Aumentar la participación tiene un impacto en varios niveles. Primero, contribuye al bienestar de los individuos por su dimensión de ocio, reflexión, cuestionamiento, apreciación estética, apertura y felicidad, entre otras. Pero también garantiza que los artistas y trabajadores de la cultura tengan un mejor entorno para seguir creando. Finalmente, no cabe duda de que una mayor demanda requiere mayor actividad y esto enriquece a las ciudades y países.
Pero como todo componente de la salud, es necesario comenzar con la consciencia de nuestro perfil y retos. Esto sería casi un equivalente de la prevención. ¿Cómo anda mi consumo y participación cultural? Es natural que la falta de tiempo, compromisos, retos económicos y otras complejidades a veces cambian nuestra rutina y el uso del tiempo libre. Si sabemos cómo está nuestra salud cultural podemos someternos a un tratamiento a corto o mediano plazo. Para esto, recomendamos tres enfoques: frecuencia, diversidad e innovación. Hay actividades que nos apasionan, ya sea la música, el teatro o el cine y quisiéramos poder asistir con más frecuencia. Pero también queremos ampliar nuestro capital cultural asistiendo a nuevas actividades a las que no hemos asistido antes. Y finalmente, aun dentro de las actividades que realizamos siempre existen propuestas nuevas y arriesgadas que merecen nuestra exploración. A esto llamamos innovación. En resumen: ¿a qué actividad quiero ir más? ¿a qué actividad no he asistido? ¿qué nueva propuesta artística puedo apreciar en las distintas manifestaciones?
Una reflexión adicional. Si mantener esta salud cultural es importante para nosotros, imagina lo que representa para los niños y niñas. Si creamos esa consciencia desde temprana edad, y los estudios así lo confirman, tendremos una generación mucho más abierta, consciente y dispuesta a participar en la vida cultural y a apoyar su sustentabilidad.