Inmigración y desarrollo
/Inmigración y desarrollo
JAVIER J. HERNÁNDEZ ACOSTA
Publicado originalmente en El Nuevo Día el 7 de junio de 2011: http://www.elnuevodia.com/voz-inmigracionydesarrollo-985324.html
Si algo ha quedado claro a partir del Censo 2010 es que los puertorriqueños están emigrando. Mientras la población de boricuas en Estados Unidos alcanzó los 4.6 millones, en la isla se reportó una reducción cercana a 80,000 individuos. Con un desempleo que alcanza el 16 por ciento y un PIB que se reduce año tras año, resulta fácil entender este éxodo. Sin embargo, ésta debería ser una oportunidad para entender la inmigración desde otras perspectivas.
Sobre esta nueva realidad se plantea la preocupación de que se trata de profesionales en sus edades más productivas, dificultando que el país pueda salir del estancamiento de la última década. Pero si esos profesionales están contribuyendo al desarrollo económico de estos estados, también es muy probable que la propia inmigración sea un elemento indispensable en nuestro desarrollo económico, cultural y social. Si bien es cierto que las políticas inmigratorias no están bajo nuestros poderes, también es cierto que hemos adoptado una cultura de “puertas cerradas” en la que erróneamente pensamos que el inmigrante se beneficia más de lo que contribuye. Sin embargo, ya se observan en el resto del mundo esfuerzos en la dirección opuesta.
El año pasado, la Fundación Kauffman hizo cuatro recomendaciones para promover el empresarismo en Estados Unidos. La primera de ellas consiste en enmendar las leyes de inmigración para facilitar la entrada de extranjeros con potencial de crear empresas. Además, países como Canadá promueven activamente la inmigración, reconociendo en su política pública que la tolerancia y diversidad enriquecen la cultura.
Además de las destrezas individuales de los trabajadores, la inmigración se acompaña de redes que benefician la economía, además de traer modos de vida, experiencias y culturas de trabajo que nos convendría mucho explorar. La inmigración está muy lejos de ser una amenaza. Se trata de una oportunidad de cooperar más allá de la falacia de las fronteras, porque después de todo el desarrollo es un asunto de individuos y no de países.